Continuando con entradas anteriores, en esta ocasión es Dolores Rendal quién decide compartir su creación “Se busca despertador”.
Aquella tarde, en la reunión de “cuidadoras de niños profesionales”, charlaban de cosas sin importancia: los desaires de sus jefas (queridas madres de los niños), de las actividades del fin de semana, “de las botas de ésta”, “de mira cómo va aquella”….
-¡Miguel! ¡Ven a merendar!- insté a “mi” niño, mientras vigilaba el sueño de Eduardo que dormía en el cochecito.
Yo adoraba aquellas reuniones informales, cargadas de risas y confesiones pero estaba deseando acabar la jornada, que llegaran las 7:30, que se completaran por fin mis doce horas de trabajo.
Y por fin llegó la hora. Me reuní con mis amigos como un viernes más. Estuvimos en el bar tomando algo, yo café como siempre, pero aun no sé por hice para quedarme sola hasta el final. Allí sentada, yo y la dueña, comencé a romper unas cuantas copas….
-Leticia te veo desorientada, venga te llevo a casa….
Y me llevó.
Llegué a casa, mi marido dormía pero despertó con el ruido que hice al tirar las cosas del armario.
-¡Todo está viejo! ¡Todo me queda grande! ¡Esta ropa no me vale!- gritaba yo.
-Tranquila Leti, todo va pasar, no te preocupes.- me decía mi marido mientras me intentaba acariciar y calmar- “Vaya borrachera que me trae esta mujer….bueno, habrá que esperar a que se le pase”- pensaba para sus adentros….
-Susana, si soy yo, es tu hermana….esto…ha llegado borracha creo…no se qué le pasa, si…no…no sé, si, es buena idea, esperaré a mañana a ver si mejora….si descuida, te llamaré si empeora, un saludo, gracias.
Y la supuesta borracha durmió….
No sabía qué hacer conmigo y esperó hasta que amaneciese el día y llamó a mi mejor amiga para que le explicara lo que había pasado el día anterior.
Deciden llevarme al hospital. Llegando en la ambulancia, observé que todos los coches estacionados eran grises y negros (o así los veía yo)…. “Este es el fin, este es mi túnel, y está lleno de coches grises y negros….” Pensé mientras la angustia aumentaba.
Ya en urgencias, desorientada, gritaba por Bustamante, lo llamaba y también a Don Limpio (no les expliqué que así llamaba a mi mejor amiga, obsesa de la limpieza). También confundí a mi marido con mi primer amor llamándolo como a éste…
-Buenos días, soy el doctor Serrano, el psiquiatra que va a atender a su hermana….
-¡Caray! Y…está bueno… ¡como el jamón!- dije yo ni corta ni perezosa.- De qué se reirán si lo digo muy en serio, pensé yo.
En el ascensor, continuaron los delirios, incrementados por el reducido espacio….
-Aumenten la dosis…necesita descansar- ordenó el psiquiatra.
A este bache, se sumó uno más, menos profundo y más llevadero…
A mi pesar, aunque me cueste reconocerlo, empecé a echar de menos mis extensas jornadas laborales, eran duras, pero eran mías, me daban independencia, libertad, relaciones sociales, una rutina diaria, una actividad diaria “obligatoria” y que me instaba a levantarme todas las mañanas.
Tampoco está ya ese marido, decidió que no estaba por la labor de tratar con una “loca”, ahora entiendo que obró mal, que no supo afrontar que una persona puede enfermar, y necesita ir al médico (psiquiatra u otro) y no por eso se está “Loco”….
Sigo buscando eso que me haga levantarme con ánimo cada mañana, que me empuje a hacer cosas nuevas, conocer nueva gente, relacionarme más …pero no puedo, no sé si es mi medicación pero necesito dormir…Lo peor, es que arriesgo a que pase mi vida mientras duermo.